4.10.2010

Leyenda urbana

Cuando el mar se salió
De las bocas del pueblo salen sus historias

Los originarios pobladores de Villa El Salvador, llegaron en su mayoría de las regiones montañosas de Ancash. A finales de la década de los 60, un terrible terremoto devoró la sierra y destrozó ciudades enteras, como Huaraz, dejando a decenas de miles de familias muertas de miedo y sin hogar. Estas familias desamparadas iniciaron un largo y desesperado peregrinaje en busca de un nuevo porvenir. Después de semanas de viaje, lograron dejar atrás la negra y profunda sombra de Los Andes, y llegaron a Lima. A las puertas de la gran ciudad, esta población ambulante se detuvo y levantó un campamento de esteras, palos y plásticos. Los nuevos pobladores de Villa El Salvador, campesinos de sierra que poco o nada sabían sobre el mar, excepto lo que contaban las leyendas, los libros y los comerciantes, instalaron sus nuevas casas en los Arenales de Pamplona, un trozo de desierto que se elevaba frente al Océano Pacífico.
Allí, donde decidieron darle una segunda oportunidad a la vida, muchos de ellos vieron por primera vez el mar.

El inmenso y agitado Océano Pacífico se abría ante sus ojos, en una inagotable marea de aguas que iban y venían, tocando la costa y huyendo, como un incompresible río que quisiera escapar de su propio caudal, pero sin fuerzas ni valor para conquistar la tierra. Aquellas aguas eran misteriosas y aterradoras; mágicas e infinitas. El mar era algo absurdo y fascinante para esta gente de la sierra: su sonido era cautivador, su sabor amargaba la boca y su superficie colorida se movía en un vaivén infinito que se perdía hasta el infinito. El mar susurraba y, a veces, explotaba. Sus aguas se elevaban por el aire y se despeñaban contra la arena de la playa. De noche, cuando todo el barrio era brisa y oscuridad, lo único que los vecinos escuchaban con
respeto era el ruido del mar.

Para las primeras familias de Villa El Salvador, el agua que habían conocido en la sierra era una cosa completamente distinta.

Cuenta la historia popular de Villa El Salvador que una noche de primavera, a principios de los años 80, cuando el campamento de esteras ya era un barrio urbano con casas de ladrillo y cemento, Mila se despertó en su cama al escuchar la voz metálica de un altavoz. Una furgoneta de la asociación comunal CUAVES estaba anunciando a los vecinos que se iba a llevar a cabo una invasión de terrenos en el séptimo sector del barrio. Mila, que había sido violentamente arrebatada del sueño por el altavoz, despertó a su marido. “¡Alejandro, Alejandro, despiértate, tenemos que irnos, levanta los niños!”. Alejandro no entendía lo que pasaba. “Ha pasado un carro de la CUAVES con un parlante y ha dicho que el mar se salió hasta el séptimo sector”.
Mila, excitada y atemorizada, sin tiempo para pensar ni dudar, corrió hasta la casa contigua para avisar a su hermana del peligro que los amenazaba. Pronto, toda la vecindad se revolucionó. “Mila, vecina, ¿qué pasa?” “Se salió el mar.” “¿Qué dice usted? ¿Cómo sabe?” “He oído un carro que lo anunciaba por las calles”. La noticia se trasmitió vertiginosamente de casa en casa, de familiar a familiar, de despierto a dormido. “Vecinos, no hay tiempo que perder. Tenemos que irnos rápido: el mar ya está en el séptimo sector”. Todo el mundo estaba en la calle. Las madres llevaban a sus hijos en brazos. Los más audaces llevaban consigo las pertenencias que pretendían salvar del desastre. Pero nadie dudó porque, en realidad, en cada corazón de los vecinos de Villa El Salvador, desde que levantaron su nuevo hogar frente al Océano Pacífico, siempre había albergado el temor de que el mar se saliera.

Para la evacuación, el grupo de vecinos había decidido huir del mar subiendo a lo alto del cerro. Pero antes de iniciar la ascensión, se formó una expedición para investigar la real gravedad de la situación. Una patrulla capitaneada por Alejandro, su cuñado y su compadre, bajó temerariamente hacia la playa, en una gesta épica que ya forma parte de la leyenda urbana de Villa El Salvador. La noche era mansa y silenciosa, y cuentan que hasta se veían las estrellas. Al poco rato, la patrulla regresó a su calle. “¿El agua hasta dónde llegó?”, preguntó ansioso el grupo de vecinos. “No se ve. Fuimos hasta la manzana B y todo está tranquilo”. La patrulla contó que todo el barrio dormía plácidamente en sus casas, que no había nadie por las calles y que ni siquiera se escuchaba el ruido del mar. Entonces, un vecino de otra manzana, que se había levantado temprano para ir a trabajar, se acercó hasta el grupo de personas reunidas en la calle. “Qué raro. Estoy despierto hace rato y no he escuchado nada acerca del mar. Sólo he visto un carro de la CUAVES que convocaba a una invasión en el séptimo sector”.
El grupo de vecinos explotó en sonoras carcajadas. “Pero, qué absurdo. ¿Quién ha sacado esta idea de que el mar se salió en el séptimo sector?” Y, como si estuvieran tirando del hilo que sobresale de un ovillo, unos se preguntaban a otros: “A ti, ¿quién te lo ha dicho?” Hasta que el ovillo se deshizo del todo en Mila: “A mí alguien tocó a la puerta”. Y nadie le dio más importancia a este misterio porque lo que realmente importaba era que el mar seguía donde siempre había estado: al otro lado de la arena de la playa.

Este relato está basado en la historia “Mila”, escrita por Nacha, vecina de Villa El Salvador.
Escrito por: Javier Gragera 2 comentarios Recogido por Wilmer Castillo

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