4.10.2010

Leyenda urbana

El silbato

“En tiempos muy remotos, bajaban de los cerros nuestros Sacerdotes Andinos. Iban cargados de valiosos secretos para guardarlos en el mar. Huían de unos extraños y poderosos brujos que habían llegado, para apoderarse de todas las riquezas de los Andes. Estos brujos eran tan malvados y avarientos, que no dudaron en traicionar a su propio dios.

Ante el estupor de los cerros, los extraños brujos mataron y destruyeron todo a su paso.
Sigilosos entre los escombros se escondían los Sacerdotes Andinos. Preocupados por lo que sucedía, decidieron concentrar sus conocimientos, para conservar los inventos y descubrimientos logrados durante más de 20,000 años. Sabiduría forjada en los más importantes señoríos e imperios que florecieron en los Andes.

Dedicados a esta tarea nuestros Sacerdotes recorrían los Andes a lo largo y ancho. Algunos convertidos en llamas o alpacas, otros en imponentes cóndores. Y luego bajaban al mar, envueltos entre secretos y sabiduría, para esconderse entre las aguas.
Enterados de esto, los malvados brujos perseguían a los Sacerdotes Andinos. Quienes no llegaron al mar, eran capturados y destruidos. Otros, antes de ser capturados se convertían en lagos o ríos, regando sus secretos y sabiduría en los Andes.

Los malvados brujos montaron guardia por el extenso litoral, no se atrevían a ingresar al mar.
Haciendo uso de sus poderes, los Sacerdotes Andinos desde el mar, se comunicaban con los otros Sacerdotes que aun recorrían los Andes (dicen que era a través de las nubes que salían desde el mar) iban enseñando a la gente de diferentes regiones, el lugar al que debían concurrir progresivamente, de generación en generación, para recibir los secretos y sabiduría preservados en el mar. Para construir una nación más justa y prospera.

De algo debieron enterarse los malvados brujos, aunque no muy seguros (porque nunca lograron entender la cultura Andina) Aun así, como presintiendo algo, edificaron en el lugar referido una gran loma de arena, en forma de “lomo de Corvina”, para evitar que esos hombres y mujeres llegasen al mar.

Desde entonces, los malvados brujos comenzaron a pelear entre si, con la misma maldad y avaricia, disputándose nuestras riquezas. Y luego de varias generaciones, miles de hombres y mujeres llegaron un día, a las faldas del cerro “lomo de Corvina”, donde hoy florece el pueblo de Villa El Salvador. Hombres y mujeres que sin conocer esta historia, reciben mensajes desde el mar, impregnados en la neblina que invade sus calles día a día....”

El rumor del mar invade las calles de Villa El Salvador, la espesa neblina es como un extraño aliento que va forzando puertas, ventanas y las rendijas de esteras.
En un autobús lleno de gente; parada, cansada y confundida, la joven Emilia recuerda la historia de los Sacerdotes Andinos. La recrea una y otra vez, para no sentir el largo y pesado viaje de regreso a casa. Su padre se la enseñó cuando estaba pequeña, pero aun recuerda bien esa historia.

Tras largo viaje, el microbús se detiene. Una vez más, de su interior descienden algunas personas que, agazapándose en si mismas intentan soportar el penetrante frío de invierno.
Aún cargado de pasajeros, el microbús continúa su marcha. En una esquina del paradero, como todas las noches, un destacamento de vendedoras esperan, con carretas alineadas en la vereda, librando una batalla mas para sobrevivir...! cafecito caliente, papita rellena, pescadito frito, cigarros y caramelos! Son ofrecidos como plegarias al cielo, mientras espantan las moscas con un ramillete de ruda para la buena suerte. Algunos se quedan a consumir algo, otros siguen su camino, llevándose consigo el delicioso aroma y la angustiada mirada de algún vendedor.
Con los brazos cruzados Emilia acelera la marcha, acompañan su recorrido algunos postes, que compartiendo su cansancio alumbran débilmente.

• Si todo sigue así, este mes me inscribo en una academia para postular a la universidad- murmura Emilia mientras recoge unas piedras para protegerse de los perros.
Con el rostro casi congelado la joven avanza, su padre le había enseñado algunos secretos para la confección de ropa, hasta que una terrible enfermedad lo arrancó de su familia, desde entonces ella y su madre luchan diariamente para mantener el hogar.
En la esquina le sale al encuentro “Gitano”, su viejo y fiel perro guardián, dando saltos y moviendo la cola Gitano recibe el pedazo de pan que le ofrece su dueña y juntos se dirigen a su hogar.

Con ligera garúa el frío arrecia aun más. Emilia empuja la puerta, tras ingresar cierra con cuidado para no despertar a la familia. En la calle Gitano acosa ferozmente a una persona, esta se detiene y lo enfrenta enérgicamente.
• ¡otra vez! ¿qué pasa Gitano? –

Al reconocer al vecino, Gitano se calma al instante y aceptando el reproche se retira lentamente, buscando el tibio hueco donde reposaba.
Emilia prende el foco de la sala y divisa su cena. En la siguiente habitación están durmiendo sus hermanos, pero su madre despierta.
• Emilia ¿por qué llegas tan tarde? Ya estaba preocupada.
• Es que por suerte conseguí un trabajito mas en otro taller de costura, haber si así podemos cambiar algunas calaminas, que ya están con huecos- responde Emilia

En una esquina de la sala, Emilia cuelga su bolsa de herramientas, para sentarse a cenar. Al descubrir el plato, se encuentra con la especialidad del Comedor Popular... Parece que el frío ha encogido aun más la comida, pero más fría está ella y hambrienta también, devorando en el acto la popular cena.
• Ya no hay mucho trabajo, tendrán que sacar a una cuantas, ojalá no vuelva a quedarme sin trabajar-
• No te preocupes, me ayudarás en el negocio, ya encontrarás otro trabajo- replica la madre.
Emilia cubre los platos vacíos y se alista para dormir. Como todos los viernes, renueva su Fe ante la imagen de la Virgen María. Luego de rezar, prende la vela que ilumina la imagen durante unas horas, prolongando sus oraciones. Ya en la cama totalmente cansada se dispone a dormir. El cansancio de la mano con el frío van culminando su diaria tarea. Pero un reflejo de la vela encendida descubre el SILBATO de su padre... amordazado en una esquina del cuarto, casi ni se distingue. Prisionero del polvo y las arañas, que tejen los barrotes de injusticia.

El rayo de luz es persistente e intenso, como la prolongación de un dedo divino que le señala y le insiste, perturbándola con delicadeza. Emilia contempla el Silbato, invadiéndole la nostalgia recuerda las asambleas cuando su padre hablaba a los vecinos. Las grandes marchas por agua, luz, colegios, las faenas comunales y !tantas cosas buenas!...”Cual llamado de campanas para iniciar la misa, así sonaba el Silbato, para las asambleas”. Con la mirada fija en el Silbato Emilia medita aun más...

La vela se acabó y la noche consumió el rayo de luz, solo así Emilia pudo concebir el sueño, con el recuerdo de su padre. La noche es más oscura con el frío. Un ligero temor invade a Emilia, siente que su casa se estremece y cruje. El temor se acrecienta al observar que un vapor se desprende de las calaminas y palos ¡es la neblina! que va formando un cuerpo extraño y luminoso, que se le acerca. Mas al fondo el Silbato se descuelga, tomando proporciones monstruosas. Emilia cierra los ojos, quiere negar lo que está viendo, cierra los ojos con todas sus fuerzas, pero al instante comienza a sentir que sus pestañas son forcejeadas, dando paso a la neblina que logra abrir sus ojos incrédulos. Las calaminas y palos están radiantes, sus ojos se irritan ante tanto resplandor. El Silbato silba acercándosele. El sonido es muy extraño, Emilia se ríe a carcajadas. El Silbato cambia de sonido y la joven extiende las manos, pero otro sonido ¡hace apretar los puños de Emilia!

El cuerpo blanco y luminoso sigue forzándole los ojos, queriéndose introducir en la joven, quien agitada cambia de posición constantemente. Los sonidos son mas intensos...Ya no puede soportar, su voluntad se quebranta. Pero algo la hace reincorporar lentamente. Uno de los sonidos le parece conocido y se esfuerza en recordar. Mientras ese sonido se acentúa, los otros sonidos se disipan...El Silbato ya no está y el cuerpo luminoso deja de forcejearle los ojos. El sonido es conocido y se hace más fuerte y nítido, sigue y sigue sonando, cada vez más fuerte, tan fuerte que logra despertar a Emilia, quien se incorpora sobresaltada...

Soñolienta y con frío Emilia deja su cama, mientras el reloj despertador sigue timbrando, anunciando que son las 5.00 de la mañana, el inicio de una nueva jornada. Aun está oscuro y Emilia se alista para trabajar, mientras su memoria aun retiene imágenes de la terrible pesadilla, una vez lista y reincorporada totalmente, la joven contempla el Silbato... apresurada se anima a limpiarlo, dejándolo luego en el mismo lugar. Antes de salir besa la imagen de la Virgen María y enciende otra vela, y la coloca en el mismo lugar que la anterior. Al salir a la calle ya la espera Gitano que, sacudiéndose acompaña a su amiga como todos los días... La neblina aun cubre las calles y Emilia siente un extraño escalofrío.

Poste tras poste, los compañeros apuran el paso y van llegando al paradero. La vereda está despejada pero sucia. Emilia espera entumida por el frío. Tras unos minutos llega el microbús, que luego de ser abordado por la joven, emprende su fría marcha, hacia un lugar que Gitano se esfuerza en imaginar, contemplando como el microbús se pierde en la oscuridad y la neblina.
Mas gente sigue llegando, hombres y mujeres esperan. El próximo microbús no tardará en llegar. Resignado, Gitano busca en la vereda algo que comer y en la casa de Emilia, la vela ha revivido el rayo de luz, que radiante exhibe al desempolvado Silbato...Mientras en la penumbra, la abnegada madre y sus hijos lo contemplan, esperando un nuevo día...

Leyenda urbana

Cuando el mar se salió
De las bocas del pueblo salen sus historias

Los originarios pobladores de Villa El Salvador, llegaron en su mayoría de las regiones montañosas de Ancash. A finales de la década de los 60, un terrible terremoto devoró la sierra y destrozó ciudades enteras, como Huaraz, dejando a decenas de miles de familias muertas de miedo y sin hogar. Estas familias desamparadas iniciaron un largo y desesperado peregrinaje en busca de un nuevo porvenir. Después de semanas de viaje, lograron dejar atrás la negra y profunda sombra de Los Andes, y llegaron a Lima. A las puertas de la gran ciudad, esta población ambulante se detuvo y levantó un campamento de esteras, palos y plásticos. Los nuevos pobladores de Villa El Salvador, campesinos de sierra que poco o nada sabían sobre el mar, excepto lo que contaban las leyendas, los libros y los comerciantes, instalaron sus nuevas casas en los Arenales de Pamplona, un trozo de desierto que se elevaba frente al Océano Pacífico.
Allí, donde decidieron darle una segunda oportunidad a la vida, muchos de ellos vieron por primera vez el mar.

El inmenso y agitado Océano Pacífico se abría ante sus ojos, en una inagotable marea de aguas que iban y venían, tocando la costa y huyendo, como un incompresible río que quisiera escapar de su propio caudal, pero sin fuerzas ni valor para conquistar la tierra. Aquellas aguas eran misteriosas y aterradoras; mágicas e infinitas. El mar era algo absurdo y fascinante para esta gente de la sierra: su sonido era cautivador, su sabor amargaba la boca y su superficie colorida se movía en un vaivén infinito que se perdía hasta el infinito. El mar susurraba y, a veces, explotaba. Sus aguas se elevaban por el aire y se despeñaban contra la arena de la playa. De noche, cuando todo el barrio era brisa y oscuridad, lo único que los vecinos escuchaban con
respeto era el ruido del mar.

Para las primeras familias de Villa El Salvador, el agua que habían conocido en la sierra era una cosa completamente distinta.

Cuenta la historia popular de Villa El Salvador que una noche de primavera, a principios de los años 80, cuando el campamento de esteras ya era un barrio urbano con casas de ladrillo y cemento, Mila se despertó en su cama al escuchar la voz metálica de un altavoz. Una furgoneta de la asociación comunal CUAVES estaba anunciando a los vecinos que se iba a llevar a cabo una invasión de terrenos en el séptimo sector del barrio. Mila, que había sido violentamente arrebatada del sueño por el altavoz, despertó a su marido. “¡Alejandro, Alejandro, despiértate, tenemos que irnos, levanta los niños!”. Alejandro no entendía lo que pasaba. “Ha pasado un carro de la CUAVES con un parlante y ha dicho que el mar se salió hasta el séptimo sector”.
Mila, excitada y atemorizada, sin tiempo para pensar ni dudar, corrió hasta la casa contigua para avisar a su hermana del peligro que los amenazaba. Pronto, toda la vecindad se revolucionó. “Mila, vecina, ¿qué pasa?” “Se salió el mar.” “¿Qué dice usted? ¿Cómo sabe?” “He oído un carro que lo anunciaba por las calles”. La noticia se trasmitió vertiginosamente de casa en casa, de familiar a familiar, de despierto a dormido. “Vecinos, no hay tiempo que perder. Tenemos que irnos rápido: el mar ya está en el séptimo sector”. Todo el mundo estaba en la calle. Las madres llevaban a sus hijos en brazos. Los más audaces llevaban consigo las pertenencias que pretendían salvar del desastre. Pero nadie dudó porque, en realidad, en cada corazón de los vecinos de Villa El Salvador, desde que levantaron su nuevo hogar frente al Océano Pacífico, siempre había albergado el temor de que el mar se saliera.

Para la evacuación, el grupo de vecinos había decidido huir del mar subiendo a lo alto del cerro. Pero antes de iniciar la ascensión, se formó una expedición para investigar la real gravedad de la situación. Una patrulla capitaneada por Alejandro, su cuñado y su compadre, bajó temerariamente hacia la playa, en una gesta épica que ya forma parte de la leyenda urbana de Villa El Salvador. La noche era mansa y silenciosa, y cuentan que hasta se veían las estrellas. Al poco rato, la patrulla regresó a su calle. “¿El agua hasta dónde llegó?”, preguntó ansioso el grupo de vecinos. “No se ve. Fuimos hasta la manzana B y todo está tranquilo”. La patrulla contó que todo el barrio dormía plácidamente en sus casas, que no había nadie por las calles y que ni siquiera se escuchaba el ruido del mar. Entonces, un vecino de otra manzana, que se había levantado temprano para ir a trabajar, se acercó hasta el grupo de personas reunidas en la calle. “Qué raro. Estoy despierto hace rato y no he escuchado nada acerca del mar. Sólo he visto un carro de la CUAVES que convocaba a una invasión en el séptimo sector”.
El grupo de vecinos explotó en sonoras carcajadas. “Pero, qué absurdo. ¿Quién ha sacado esta idea de que el mar se salió en el séptimo sector?” Y, como si estuvieran tirando del hilo que sobresale de un ovillo, unos se preguntaban a otros: “A ti, ¿quién te lo ha dicho?” Hasta que el ovillo se deshizo del todo en Mila: “A mí alguien tocó a la puerta”. Y nadie le dio más importancia a este misterio porque lo que realmente importaba era que el mar seguía donde siempre había estado: al otro lado de la arena de la playa.

Este relato está basado en la historia “Mila”, escrita por Nacha, vecina de Villa El Salvador.
Escrito por: Javier Gragera 2 comentarios Recogido por Wilmer Castillo

leyendas urbanas

LA BALLENA VARADA

Se cuenta que cuando Villa El Salvador todavía se caracterizaba por ser un enorme asentamiento de chozas de esteras, que se alineaban entre lotes dibujados con tiza, una mañana un grupo de muchachos que había bajado a la playa se encontró con una ballena varada en la orilla.
Otra leyenda urbana que circula en Villa es la que cuenta de un señor que fabricaba palos de escoba, quien, convocado a sumarse entre los fundadores del Parque Industrial, es hoy uno de los principales empresarios madereros y productor de muebles. También dicen que algo parecido ocurrió con un joven maestro zapatero remendón. En este caso, su familia se ha convertido en dueña de la más dinámica empresa de productos de cuero que salen del Parque Industrial.
También los vecinos más jóvenes de Villa El Salvador han oído hablar de cómo se hicieron las cosas antes. Por ejemplo, de un primer plan de salud, o del primer autocenso y los datos que se obtuvieron para organizarse, dinamizar a las familias en los grupos residenciales y atender los problemas del momento y después, de como se empezaron a trabajar los planes de desarrollo en Villa El Salvador, así que se fueron planteando horizontes de futuro guiados por lemas como “porque nada tenemos, todo lo podemos”.

Distintos actores, personas, familias, organizaciones locales, amigos de Villa El Salvador, instituciones religiosas, juveniles, educativas, de salud y otras fueron aportando desde su trabajo diario y el compromiso para construir, no solo una ciudad sino una gran comunidad que en su momento se llamó urbana autogestionaria.

Ha transcurrido un tercio de siglo en ese empeño y hoy Villa El Salvador levanta una vez más la mirada, en este camino que se hace al andar, para proyectarse en el siglo XXI. Y lo hacemos todos convencidos que no estamos partiendo de la nada, sino de experiencias, esfuerzos y sacrificios que no son individuales sino de una comunidad, una gran comunidad de más de trescientos cincuenta mil habitantes que hoy se mira en el Cono Sur, en Lima Metropolitana y en el Perú inserto en los desafíos de una globalización, que si bien es una nueva oportunidad, también puede ser muy excluyente.

Claro que hoy Villa El Salvador ya no es el asentamiento precario de esteras, creciendo sobre un enorme arenal sin agua, sin luz eléctrica, sin pistas ni líneas de trasportes. Aquí han ocurrido muchas cosas y hay una historia que podría ocuparnos muchas horas para contarla. Podemos decir que aquí estuvo el Papa que vino desde Roma a celebrar una misa; que también nos visitó, cuando era dirigente sindical, el presidente Lula del Brasil, o que un músico famoso de la nueva trova cubana se casó en Villa El Salvador y que la arena de Villa se la llevó en un frasquito un astronauta peruano que igual pasó por aquí.

Hoy Villa El Salvador es una ciudad conocida en el mundo porque fue diferente: surgió como un asentamiento organizado y planificado, se caracterizó porque consiguió en pocos años servicios y equipamiento que ningún otro barrio había logrado antes en el Perú... y por qué no decirlo, en muchos lugares del mundo. Villa El Salvador ha tenido pocas derrotas y mucho de lo que se propuso lo logró. Tenemos un Parque Industrial que fue la visión de futuro del segundo Plan de Desarrollo y el Presupuesto Participativo se practicó aquí antes de que se convirtiera en ley para todos en el país.

La idea de comunidad de vecinos que caracteriza a Villa, contiene conceptos como ayuda mutua, justicia y solidaridad que no solo cubren el ámbito social sino también el productivo. Esta es una ciudad en la que se habló mucho de autogestión, concepto que tiene que ver con la idea de que el pueblo, los vecinos en forma organizada, dirijan su futuro; es decir gobernabilidad de su propio desarrollo.

También hubo momento difícil como la guerra contra Sendero y los tiempos de Fujimori. Pero, a pesar de los problemas, los avances y retrocesos, aquí se ha mantenido viva la utopía, ese plan que parece irrealizable allá en el futuro pero que funciona como un imán, como un factor movilizador de la población. Existe aquí una fuerte identidad cargada de optimismo que es sentirse “salvadoreño”, y ésta es una filiación basada en la organización, en la seguridad de la propia capacidad que no se encierra en si misma, ni se autoexcluye. Villa El Salvador tiene un estilo de ser ciudad y comunidad y mucho de eso está marcado porque planifica y ha enseñado que planificar es bueno.

Quiere ser una ciudad saludable, una comunidad solidaria y un distrito productivo y ha definido, como parte del proceso de este tercer Plan de Desarrollo en curso, 5 objetivos de desarrollo que todos ustedes conocen: una ciudad saludable, limpia y verde; una comunidad educativa; un distrito de productores y generador de riquezas; una comunidad líder y solidaria y por cierto, una comunidad democrática.

Comentario
Hay quienes dicen que la ballena fue varada y se la comieron cientos de familias que se enteraron de eso. Otros comentan más bien que un día volverá a Villa, porque fue devuelta al mar y es un animal noble, de gran memoria y que está en el futuro de esta ciudad. El fabricante de palos de escoba convertido en exitoso empresario sabe que la lucha ha sido dura pero que el esfuerzo valió la pena para construir futuro y otros explican que el zapatero remendón, aunque no la pasó tan mal, siguió siendo eso, y que lo demás son cuentos.

Pero lo que sí sabemos todos nosotros es que en Villa El Salvador existe una dimensión humana de sus vecinos que los distingue, porque siempre miran hacia el futuro y saben que ese futuro se origina en raíces profundas, en experiencias que se acumulan, en la continuidad de los esfuerzos y no en el borrón y cuenta nueva o la ilusión vana.

Ahora la tarea que nos proponemos es darle continuidad a este esfuerzo y seguir desarrollando el Plan: definirlo con mayor precisión, ajustarlo, porque así lo exigen las circunstancias. A partir de lo ya andado, tenemos que precisar los programas de desarrollo que todos queremos, los proyectos prioritarios para el distrito, para los territorios, de los grupos residenciales, para los barrios.

Tenemos que ponernos de acuerdo sobre las metas cuantitativas que nos proponemos para los próximos años y para eso debemos revisar con qué contamos para ese esfuerzo, con qué organizaciones, con qué empresas, cómo hacer más eficientes y eficaces a nuestras instituciones y comprometer a vecinos y vecinas, y claro, a los representantes del Estado que trabajan por aquí. Y por cierto, conducirnos en este proceso con el municipio y los representantes de la sociedad civil, que junto con las autoridades elegidas constituyen el Consejo de Coordinación Local, que precisamente tiene como una de sus tareas centrales el Plan Integral de Desarrollo Concertado de Villa El Salvador.

villa surgiente

Cuando el desierto se cubrió de gloria

El día 27 de Abril 1971 había transcurrido sin ninguna novedad. El cielo Limeño lleno de estrellas apenas dejaba adivinar que el invierno estaba cerca. Las calles estaban vacías ; los últimos bares y cines de la capital cerraban sus puertas y en la Plaza de Armas el reloj de la Catedral marcaba las 11 :57 de la noche. Toda la ciudad parecía descansar ... un nuevo día estaba a punto de llegar.

De repente y sin el menor aviso, al sur de Lima, ochenta familias armadas con palos y esteras tomaban posesión de las tierras de Pamplona. Para el día 9 de mayo, el número de invasores ascendía a 9.000 familias, cifra que iba en aumento con el transcurrir de las horas ; nadie imaginaba que aquella invasión cambiaría el rumbo a la historia de los pueblos de Cono Sur, dando nacimiento a la ciudad de Villa el Salvador.

A las 10 de la mañana del día 28, se realizó el primer contacto con la policía ; en los días 3 y 4 de Mayo las fuerzas del orden realizaron dos operativos de desalojo sin éxito. Las autoridades decidieron, en su desesperación, de bloquear todos los ingresos al Cono Sur con el objetivo de evitar la llegada de nuevos invasores y de cortar el abastecimiento de agua y alimentos para las familias de Pamplona.

Al día siguiente, cuando todo parecía indicar que el caso Pamplona, como así lo llamaban, sería resuelto pacíficamente, a las 4 de la mañana el General Armando Artola, Ministro del Interiór, ordena un nuevo desalojo. Por la tarde la policía se retiró sin haber cumplido su propósito. Oficialmente el saldo trágico del pamplonazo, como así seria recordado este suceso, fue de un muerto (Edilberto Ramos Javier) y 70 heridos, 13 civiles y 57 policías.

Ya entrada la noche, ante el temor que la policía retorne, los dirigentes decidieron cursar una invitación a Monseñor Bambaren para que acudiera a Pamplona, con el ánimo de apaciguar a los exaltados y demandar cordura. Por su parte el consejo de la parroquia Niño Jesús hizo lo proprio redactando una carta dirigida al Presidente Velasco, protestando por los abusos cometidos por la policía y anunciándole a la vez la realización de una misa en memoria de Edilberto Ramos Javier.
El sábado 8 de mayo, en vísperas de la homilía, se presentaron dos agentes de la PIP en la parroquia Niño Jesús. Su misión era invitar el Padre Carmelo La Mazza -uno de los firmantes de la carta al Presidente- a sostener una reunión con el Prefecto de Lima, a fin de coordinar la homilía, quedando detenido en la prefectura. A las 11 :30 de la noche, los otros dos firmantes de la carta, señores Manuel Ruiz y Bernardino Pananá, fueron llevados por la fuerza a la prefectura.
El Domingo se realizó la homilía. Miles de pobladores se reuniéron para escuchar las palabras de monseñor Bambarén que invitaba a la muchedumbre a que no se consideraran como invasores, sino fundadores de nuevos pueblos.

El lunes 10 de Mayo, mentre el General Velasco se aprestaba a inaugurar la Duodécima Reunión de Gobernadores del BID, monseñor Bambaren era detenido en la Prefectura de Lima por orden del General Armando Artola. Aunque el monseñor Bambaren fue liberado el mismo 10 de Mayo, el caso Pamplona fue un escándalo mayúscolo que obligó el gobierno a tomar cartas en el asunto.
El 11 de Mayo de 1971, luego de una larga y tensa reunión entre pobladores y representantes del ministerio de vivienda, la población finalmente acepta ser reubicada. A las 5 de la tarde del mismo día, el comandante Alejandro de las Casas ordena el traslado de las primeras familias a la Hoyada Baja de la Tablada de Lurín, poniendo a disposición de los pobladores más de 50 camiones del ejército.

Villa El Salvador había nacido